viernes, 10 de abril de 2009

9 d'abril de 2009





Sara estaba sentada en la popa de aquél gigantesco ferry que la alejaba cada vez más de su hogar. Mientras el viento le golpeaba la cara, en sus cascos sonaba Blessed are you, de Iced Earth.


Habían pasado dos años des de que había emprendido su gran aventura, la más osada de todas las que hasta ese extraño y lejano septiembre había tomado. No había dudado en ese momento, ni tampoco lo hacía ahora, a pesar de todo. Aunque algunos dias la distancia pesaba demasiado, ella siempre tenía la certeza de que ese era su lugar, de que no se había equivocado al emprender su viaje.


Al cabo de los días lejos de casa, a pesar del frío viento que le alborotaba el pelo en ese instante, a pesar del desgarro que se producía en ella al partir de su hogar, supo que lo que de verdad importaba no era saber exactamente a dónde iba, eso era lo de menos. Lo importante era saber de dónde provenía, y esto, creedme, lo llevaba grabado a fuego en cada centímetro de su piel. La vida también le había enseñado que la distancia es lo de menos si se ama com todo el alma. Así, ni su tierra, ni su familia, ni sus amigos estaban, jamás, lejos de ella.


Además, sabía que cuando el barco amarrase habría alguien esperándola. No era como la primera vez, que llegó con la maleta a reventar de cachivaches y ropa de su antigua vida, además de un montón de ilusiones, y no tenía a nadie que le echara una mano con ella. Recordaba que cogió un taxi, nada más bajar del barco, con los ojos llorosos y un nudo en la garganta, y que el taxista, ajeno al sufrimiento de Sara, no había parado de hablar de la Ley Seca, de los serenos y de su ajetreada y loca juventud.


Esta vez había ido a por ella su amiga Cris. Al recordarla, su mirada se centró en la estela de espuma blanca que dejaba tras de sí el barco. Qué maravillosa era Cris! Tenía los ojos oscuros, profundos como el mar que ahora observaba Sara. Como le gustaba sumergirse en esa mirada. Si hubiera tenido que elegir un lugar dónde morir, sin duda, habría sido en esos ojos. Cris era delicada pero inquebrantable. Era inocente i pulcra en todos sus pecados. Tal vez por eso le gustaba tanto a Sara. Tal vez porque ya lo sabía.


Cuando su tierra natal ya no se veía en el horizonte, Sara se dirigió a la proa del barco para mirar a los ojos su nuevo desafío, una nueva etapa de su camino, un año más.


Miró el reloj. Todavía faltaban dos horas de viaje, pero el sol se estaba poniendo ya. A la corta edad de diecisiete años Sara ya ha´bía descubierto el sabor de la distancia, esa presión en el pecho de saberse perdida en un mundo que no era el suyo, lejos de casa. Ya sabía mucho de la vida y de sus golpes cuando decició partir, tal vez demasiado. Ahora, más de dos años después de iniciar su viaje, era el reflejo rojo en el mar del día que fallece que le recordaba, como le decía su padre siempre que ella le llamaba apurada por la melancolía, que debía tener una certeza: que al día siguiente podría alzar la vista al cielo y ver que el Sol se había alzado de nuevo, glorioso y triunfante, y que todas las personas a las que amaba, podría contemplar el mismo Sol.


Así, Sara jamás se sintió lejos de casa.


Así Sara sabía que no se equivocaba al hablar de un viaje, pues sabía que siempre tendría un hogar al que volver.



3 comentarios:

  1. ummm

    em sembla que coneisc Sara...i ese viatje, i eixe lloc de destí.

    molt bonic!

    besets enormes!

    p.d soc anna, que em fa perea entrar al meu conter de gmail.

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  2. Hola al·loteta meua!

    Grasis per passar per aquí...!

    Cuida'm es carnet...jejeje

    En fi, ja parlarem, un dia d'aquestos et peg un toc a la Nucia... :P



    1kiss

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  3. Wola! Som en Jesús! No sé perquè ara puc comentar-te. És molt i molt polit això que has escrit, però tenc un dubte: Això és teu? O millor dit: És na Sara qui jo pens que és i sa seua terra natal sa que jo pens que és?

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